Alfredo Pita - Artículos - TEXTUAL




Lima, jueves, 29 de agosto de 2003


La verdad
para que el Perú renazca
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Escribe Alfredo Pita
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FRANCOTIRADORES de distinto pelaje disparan, chiflan y complotan, desde hace semanas, contra la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, que debe entregar su informe y sus recomendaciones este fin de mes y cuyas conclusiones al parecer se trata de condicionar o amordazar con estos burdos ataques.

Nadie puede prejuzgar lo que dirán los comisionados, pero claro está que ese colectivo, formado con gente competente venida de todos los horizontes, tras haber visto de frente el rostro del horror y de haber buceado en el dolor y el sufrimiento de miles de peruanos, nos presentará un cuadro y unas conclusiones fundados en hechos crudos y en una realidad amarga.

No veo cómo podría ser de otro modo, en vista de la tarea que el gobierno de transición de Valentín Paniagua encargó a ese equipo, compuesto por juristas, técnicos, científicos sociales, religiosos y gente de buena fe, a los que se pidió, nada menos, que explicaran a los peruanos cómo y por qué, en los años '80 y '90, la violencia devoró la vida de 40,000 ó 50,000 de sus hermanos.

El encargo no era cualquier cosa. No se les pedía que explicaran por qué el Perú ya no es más el primer productor de papa sino cómo así pudo prosperar la violencia mesiánica lanzada por una dirigencia maoísta enloquecida; y por qué, en lugar de ser enfrentada con la razón y la ley (y con políticas de justicia y desarrollo, como propuso en su hora un militar honrado, el general Huamán), esa violencia insana e injustificada fue enfrentada con frecuencia con métodos similares a los que empleaba el terror, métodos potencializados por el peso del Estado.

No conozco a todos los miembros de la CVR, y a los que conozco los conozco poco. No obstante, ante los ataques que están sufriendo -en momentos en que culminan una tarea que me parece histórica porque podría crear las condiciones para refundar el Perú-, siento que es una obligación decir claramente que tengo confianza en ellos.

Y no se trata de un mero acto de fe. La explicación es simple. Creo que en ciertas circunstancias, cuando los hombres se enfrentan a retos extraordinarios, se trascienden, se mejoran, se alzan por sobre su estatura individual y dan lo mejor de sí. Y la circunstancia en que han sido puestos los miembros de la CVR es de tal magnitud que creo que no les quedará más remedio que trascenderse y estar a la altura.

A todos los otros peruanos, de todos los medios, de todas las actividades, a los importantes y a los pequeños, a los que tenemos o tuvimos responsabilidades, o a los simples ciudadanos de pie, no nos quedará sino intentar estar también a la altura del momento. Porque lo que va a decir la Comisión será grave, necesariamente.

No otra cosa se puede esperar de quienes han tomado el pulso a la sociedad entera, a la historia del Perú, que acarrea demasiado sufrimiento, frustración, sangre y cadáveres; y no sólo desde ayer, sino desde hace siglos.

La tarea de la Comisión, lo sabemos, lo sospechamos todos, las víctimas y los testigos, los interesados y los observadores de toda laya, incluso los antiguos verdugos, ha sido colosal: lo ocurrido en el Perú durante las dos décadas de la sangre, va más allá de lo que hicieron los terroristas y los gobiernos y las fuerzas militares y paramilitares que los reprimieron. La CVR va a ponernos no sólo ante nuestro pasado y ante nuestro futuro, sino, sobre todo, ante nuestro Ser nacional.

La Historia va a ser convocada. La demencia de unos y otros no será suficiente para explicar la masiva sangría que vivieron los peruanos durante veinte años, ni las otras masacres que han jalonado nuestra vida republicana (pienso en Trujillo, 1932, por ejemplo), para no ir más atrás. Pero también habrá una reflexión sobre las posibilidades que tenemos los peruanos de ser una colectividad viable y digna.

Heredamos de la Historia una sociedad compleja y difícil, llena de posibilidades de riqueza y desarrollo, pero enferma, grave, desde el comienzo. Una sociedad repleta de racismo, prejuicios y desprecio (tal vez uno de los más poderosos ingredientes de la violencia). Y frente a ello nuestras élites, las de derecha y las de izquierda (esto digámoslo claramente), poco es lo que han hecho. Lo menos que se puede decir es que no han podido, no han sabido o no han querido encontrar los remedios.

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación deberá poner a unos y otros frente a sus responsabilidades, sí, pero también tendrá que obligar a una sociedad entera a mirarse ante un espejo terrible que puede paralizarla... o que puede echarla a andar. Que esta experiencia, por dura que sea, nos salve más bien. Los peruanos no debemos dejar pasar esta ocasión, que no se repetirá. Que todos los que tengamos que pedir perdón por algo que hicimos o no hicimos en estos años de sufrimiento, sangre, fuego e indiferencia, lo hagamos. El momento es crucial porque, tal vez, ahora, va a nacer de nuevo el Perú.

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